A vueltas con la energía nuclear

Central nuclear de Cofrentes

Central nuclear de Cofrentes – Wikimedia Commons

A raíz del apagón eléctrico total ocurrido en España y Portugal el pasado 28 de abril ha regresado con toda potencia -valga el símil- el eterno debate sobre la energía nuclear y si esta es o no imprescindible para sostener un mix energético cada vez más y más dominado por las renovables.

El debate es sin duda ideológico y políticamente interesado, y está promocionado por los representantes del oligopolio eléctrico -propietario de todas las centrales nucleares españolas- en las instituciones; especialmente el Partido Popular y la CEOE que llevan unos cuantos meses poniendo encima de la mesa la prolongación de la vida de las nucleares, más allá de la fecha pactada de cierre con las propias compañías. De hecho ya sacaron adelante una Proposición No de Ley en el Congreso, con la inestimable colaboración de Vox y de Junts, que para estas cosas no le hacen ascos al voto independentista.

Pero sobre todo, digo que efectivamente es un debate ideológico porque intentan culpar del cierre nuclear al ecologismo y la izquierda “radical”, defensora a ultranza de las renovables frente a las energías sucias, mientras sistemáticamente se ocultan las verdaderas razones del cierre que principalmente son económicas.

La realidad es que fueron las empresas del oligopolio las que pactaron en 2019 un calendario de cierre programado de las centrales nucleares hasta 2035, un acuerdo que ya prolonga de facto la vida útil de 40 años prevista cuando se construyeron. Y la razón principal de este cierre programado, no es la presión ecologista, que nunca les ha importado, sino que a la energía nuclear ya no le salen las cuentas hoy en día. No le salían en 2019, cuando pactaron el cierre, y no le salen ahora. Porque la energía nuclear es tremendamente cara, y especialmente muchísimo más cara que las renovables.

En 2024, según el último informe anual del banco de inversión Lazard, el coste normalizado de la energía nuclear (LCOE) está de media en 182 dólares por MWh, frente a los 76 dólares del ciclo combinado de gas, los 50 de la eólica y los 61 de la solar fotovoltaica. Y mientras el coste de las renovables ha bajado drásticamente, el de la nuclear no para de crecer (un 49% desde 2009), porque el combustible es cada vez más caro y además las medidas de seguridad son extremadamente costosas, no hace falta decir por qué.

Es importante decir que los informes de Lazard hablan de precios medios de la energía en Estados Unidos. Es decir, al margen del marco regulatorio español o europeo. Así que es bastante falaz decir que la energía nuclear es muy cara en España por culpa de los impuestos diferenciales que tienen las nucleares en nuestro país. Incluso en USA la energía nuclear es entre tres y cuatro veces más cara que las renovables.

Se quejan en particular de la tasa Enresa, que no es un impuesto que vaya a Hacienda, sino que es el dinero que se va acumulando para poder desmantelar las centrales, un procedimiento muy largo y costoso, y también para el tratamiento de unos residuos radiactivos que pueden durar miles de años, que lógicamente debe repercutir en las propias centrales. No pretenderán que ese coste lo paguemos los ciudadanos con nuestros impuestos, por no hablar de las generaciones futuras dentro de cientos o miles de años, que tendrán que cargar con buena parte de nuestros pecados energéticos.

Es curioso que al lobby nuclear siempre se le olvide mencionar esta cuestión.

Porque efectivamente la energía nuclear no solo es extremadamente cara, sino que además es peligrosa y tremendamente sucia. La energía nuclear es limpia… siempre que nos olvidemos del tratamiento de los residuos radiactivos, que no es cualquier cosa. Si ese tratamiento fuera tan sencillo e inocuo no habría sido imposible encontrar un lugar donde instalar el famoso ATC.

Cara, sucia y peligrosa, pero además tiene otros dos inconvenientes muy serios.

En primer lugar su falta de flexibilidad. Actualmente, en el mix español los siete reactores operativos producen casi el 20% de la electricidad (por cierto mucho menos que en los años 90 donde la nuclear suponía hasta el 35%). Pero el problema es que los reactores funcionan a su capacidad máxima. No se pueden apagar y encender cuando más falta hace como hacemos por ejemplo con las centrales de ciclo combinado, las hidroeléctricas o los parques eólicos. De forma que cuando no hace falta tanta generación lo que se tiende a apagar son otras energías, por ejemplo la hidráulica o la eólica que son mucho más baratas, de forma que se encarece así artificialmente la energía que se produce. El oligopolio siempre gana.

Lo hemos visto durante el apagón. Justo antes de producirse estaban operativos cuatro reactores (Almaraz II, Ascó I y II, y Vandellós II), pero estaban paradas prácticamente todas las centrales hidroeléctricas y de ciclo combinado. Los otros tres reactores (Almaraz I, Trillo y Cofrentes) estaban ya parados. Al pararse automáticamente las nucleares por seguridad, la recuperación de la generación eléctrica tuvo que venir justamente de las hidroeléctricas y las plantas de gas, seguidas de eólicas y solares, mientras que las nucleares se mantenían paradas más de 24 horas.

Así que en realidad la energía nuclear no es un buen respaldo de la solar y la fotovoltaica, uno de los argumentos más repetidos por la industria nuclear, por su falta intrínseca de flexibilidad. Hay otras fuentes mucho más eficientes a la hora de ofrecer ese respaldo, particularmente la hidroeléctrica que aportó en 2024 un significativo 13%. El tema es que produce una electricidad tan barata que al oligopolio le interesa mucho menos. Por eso, en una senda renovable sería tan importante que el Estado tuviera mucho mayor control sobre las presas hidroeléctricas que fueron construidas precisamente por el sector público.

Para terminar, y esto me parece definitivo, la energía nuclear en España depende de la importación de combustible, exactamente igual que pasa con el gas, algo que el lobby atómico oculta sistemáticamente. El 100% del combustible nuclear viene de fuera, es de importación, no es autóctono. Pero además es que el 40% del uranio que consumen las centrales españolas viene de Rusia, y otro 17% de Kazajastán un aliado de Moscú. O sea que es una energía que nos mantiene en la dependencia de potencias extranjeras, potencias que además están en guerra con Europa. ¿Cómo podemos aspirar a una soberanía energética así?

En España, tenemos una alternativa que en 2024 ya cubrió el 56% de la demanda y que en unos pocos años será capaz de suministrar el 75% de la electricidad, que son las renovables, particularmente la eólica y la solar fotovoltaica, y también la hidroeléctrica.

No es descartable que su desarrollo haya ido más rápido que las adaptaciones que necesita nuestra red para la nueva situación. Pero entonces el camino no es retroceder, sino realizar los ajustes e inversiones necesarias en interconexiones, almacenamiento, distribución, etc., para poder asumir en no muchos años una generación eléctrica 100% renovable y poder prescindir en 2035 de todos los reactores nucleares como está previsto.

Ahí es donde nuestro país tiene que poner toda la energía, porque las renovables son las que nos van a proporcionar una energía más barata, mejor distribuida, totalmente segura, y plenamente autóctona.

Publicado en El Huffington Post, el 5 de mayo de 2025

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