Artículo publicado en la revista Quercus nº453 de noviembre de 2023
El domingo 11 de junio al caer la tarde unos vecinos de Sevilla La Nueva, localidad madrileña entre Brunete y Navalcarnero, pudieron observar a placer, fotografiar e incluso grabar con el móvil un ejemplar de lince ibérico, cruzando la carretera M523, muy cerca de la urbanización Los Cortijos. Mi sorpresa cuando me mandaron las fotos a la mañana siguiente no fue tanto que apareciera un lince en Madrid, pues ya se han producido otros avistamientos recientes, como la calidad de los documentos gráficos. Por fin teníamos la prueba irrefutable de la presencia del lince en Madrid, y ya no había manera que la administración del PP lo pudiera negar.
Muchos recordarán todavía cuando las “cacas” de lince encontradas en 2006 en la Zona de Especial Conservación de los Encinares del Alberche y el Cofio se convirtieron en un asunto político de primer nivel en la Comunidad de Madrid. Esperanza Aguirre, entonces presidenta de la región, movió cielo y tierra para negar la supuesta presencia del felino, puesto que esto podría interferir con sus planes de desdoblamiento de la llamada Carretera de los Pantanos, la M501. La construcción de la autovía había sido descartada en 1998 por su predecesor Ruiz Gallardón más allá de Brunete, a raíz de un informe del CSIC que advertía de los grandes valores ecológicos de esta zona, y especialmente de la posibilidad de supervivencia de algún lince. Pero todos los informes científicos o las cartas de la Ministra Narbona fueron inútiles ante la cerrazón de la todopoderosa baronesa del PP. Tras un largo proceso ecologista ante las instituciones europeas, el Tribunal Supremo ratificó en 2011 que la construcción de la autovía era ilegal y que la Comunidad debía restaurar el daño causado. Los ecologistas teníamos razón, como casi siempre, pero nos dio lo mismo. Esperanza Aguirre declaró que el fallo era irrelevante porque ya se habían tomado las medidas oportunas, y aquí paz y después gloria.
Hoy, 17 años después del hallazgo de aquellos polémicos excrementos, un lince ibérico se pasea por aquella comarca a plena luz del día, y ya no hay manera de que los dirigentes del PP lo puedan negar. Aunque enseguida han corrido a minimizar el hallazgo, como ha hecho el alcalde de Sevilla la Nueva, no sea que la presencia de uno de los carnívoros más amenazados del planeta les impida aprobar alguno de los desmanes urbanísticos que tienen previstos, como la construcción del macro complejo religioso de los Heraldos del Evangelio justo allí donde ha aparecido este animal.
En todo caso, no es el primer lince que se ve en Madrid, aunque sean las primeras fotos buenas. Hace un año circularon fotos de otro ejemplar visto en el monte de Valdelatas (Alcobendas), y en 2020, durante el confinamiento, unos ciclistas avistaron un ejemplar en Arroyomolinos, otra zona muy abundante en conejo, la presa principal del lince. En 2015 el lince Kentaro, reintroducido con collar GPS en Montes de Toledo, se paseó durante unos días por el valle del Tajo, al sur de la Comunidad de Madrid.
Efectivamente, todo hace indicar que el ejemplar que se ha visto en Sevilla la Nueva y pocos días después en Boadilla del Monte, en la valla de la Ciudad Financiera del Santander, es un macho joven procedente de la población reintroducida en Montes de Toledo y que hoy constituye la más importante y productiva de linces de toda la península Ibérica, según el último censo publicado en 2022. Es además un animal nacido en la naturaleza, por eso no está marcado, y probablemente ha hecho los 80 kilómetros de viaje desde su comarca natal al sur del río Tajo, siguiendo los corredores ecológicos naturales, y en particular a través del Parque Regional del curso medio del río Guadarrama.
Ahora toca tomar las medidas necesarias para garantizar la supervivencia de este y los otros linces que seguirán llegando a las zonas de Madrid más ricas en conejos, desde la boyante población toledana. En este sentido, espero que la Comunidad de Madrid esté por fin a la altura. No lo estuvo cuando ridiculizó los informes del profesor Germán Alonso que detectó mediante pruebas genéticas excrementos de lince en diversos puntos de la Comunidad durante los años 2015 y siguientes, por lo que fue llamado a comparecer a la Asamblea de Madrid. Y tampoco cuando votó en contra de la Proposición No de Ley que presenté en 2018 instando a la redacción de un Plan de Recuperación del Lince ibérico en la Comunidad de Madrid. Proposición que de todas formas fue aprobada pero, cómo no, incumplida por el gobierno del PP. Esta necesidad de tener un plan para el lince como marcan las leyes europeas, estatales e incluso madrileñas sigue por supuesto vigente y de hecho es más urgente que nunca. Pero mientras se redacta y se aprueba hay varias tareas aún más urgentes que se deben acometer en paralelo.
La primera es un estudio de las posibles amenazas que esta zona del suroeste de Madrid tiene para los linces que nos están llegando desde Toledo, y en particular la que es la mayor causa de mortalidad de la especie: los atropellos en carreteras. Es urgente examinar en detalle las vías de comunicación que atraviesan las mejores zonas para el lince por su abundancia de conejos. Hay que detectar los puntos más peligrosos, inventariar los posibles pasos de fauna y adecuarlos para el lince; incluso instalar señalización preventiva o medidas de reducción de la velocidad en determinados tramos. Más vale prevenir que lamentar.
La segunda es examinar la adecuación de los planes de caza de estas zonas para minimizar los riesgos de accidente por disparo, y suprimir en su caso los controles de depredadores que puedan causar problemas al lince, como son cepos o lazos, la segunda causa de mortalidad más importante.
La tercera es sin duda informar de manera adecuada a la población de la comarca de la presencia de linces, en particular a los sectores en contacto directo con el medio natural, cazadores, agricultores y ganaderos, para que tomen las precauciones oportunas. El lince suele ser un aliado de la gente del campo, ya que es un superpredador que mantiene a raya a depredadores menores como zorros, meloncillos o garduñas. Es verdad que caza conejos, pero su presencia favorece indirectamente a otras especies de caza menor, como la perdiz. Pero no es menos cierto que las aves de corral son un bocado delicioso y hay que ponerlas a buen recaudo.
Además hay que colaborar y aprender de las regiones que ya tienen poblaciones de lince, las técnicas de conservación y seguimiento más eficaces. Especialmente de Castilla-La Mancha, que es de la que estamos recibiendo ejemplares de forma asidua.
En todo caso, es una alegría enorme que una especie amenazada tan emblemática como el lince ibérico esté regresando por su propio pie a la Comunidad de Madrid. A ver si esta vez el Partido Popular, en lugar de negar la evidencia, y de ridiculizar a científicos y conservacionistas como hizo en el pasado reciente, decide cooperar con ellos, y en vez de entorpecer, como ha sido su costumbre, favorezca el establecimiento de una nueva población de este bellísimo felino en nuestro territorio.