Humedales, primer síntoma

La catástrofe del Mar Menor ha evidenciado la falta de una gestión conservacionista real

Delta del Ebro

El temporal Gloria dejó el delta del Ebro inundado en su práctica totalidad por el efecto combinado de lluvias torrenciales y subida del nivel del mar

Pubicado en Contrainformacion.es el 2 de febrero de 2020

Un año más «celebramos» el Día Mundial de los Humedales el 2 de febrero, en conmemoración de la firma del Convenio Ramsar. Y un año más oiremos los manidos mensajes de las distintas administraciones diciendo lo bonitos e importantes que son para las aves y la biodiversidad y la de planes que tienen en cartera para protegerlos.

Este año 2020 sin embargo es diferente. Las calamidades sufridas los últimos meses por el Mar Menor y el Delta del Ebro se muestran como síntomas evidentes de la devastación catastrófica que acarrea el cambio climático, especialmente en las costas peninsulares. Por fin los españoles tenemos imágenes de televisión mostrando claramente lo que el cambio climático va a significar , está significando ya, en nuestro propio territorio. No en Australia, ni en Filipinas, aquí, en nuestra propia casa. La muerte agónica de millares de peces y crustáceos en el Mar Menor, y la práctica desaparición bajo las aguas del Delta del Ebro, han dado la vuelta al mundo y expresan mejor que cientos de informes por qué es imprescindible emprender una transición ecológica de nuestro modelo de producción y consumo desde ya.

Año tras año venimos diciendo la cantidad de servicios ecosistémicos esenciales que nos proporcionan las zonas húmedas. Año tras año se suceden las noticias de agresiones: sobrexplotación de acuíferos, contaminación de aguas y suelos, urbanización de zonas inundables… Hace por lo menos 20 años que las organizaciones ecologistas hablan de la necesidad de deconstruir las zonas costeras, para eliminar obstáculos artificiales a la inevitable subida del nivel del mar. Hace ya muchos años escribimos desde SEO/BirdLife un Plan Delta XXI en el que explicábamos que la mejor estrategia para evitar daños económicos derivados de la regresión costera y la subida del nivel del mar, era una estrategia adaptativa que consistía en disponer una franja costera de humedales entre la playa y los arrozales que protegiera a estos últimos de previsibles inundaciones, incluso adquiriendo propiedades y urbanizaciones a precio de mercado si fuera preciso. Dejarle espacio a la naturaleza debería ser una regla de oro en la estrategia de adaptación al cambio climático, tanto en la costa como en las zonas inundables.

Año tras año los ecologistas repetimos las mismas historias, pero este año es distinto. Los humedales nos han mostrado lo que nos espera si no hacemos nada, y también que si los respetamos serán la primera línea de defensa para las tormentas por venir.

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