Educación Ambiental: el más feo de los patitos

Frutos de pudio (Rhamnus alpina)


Artículo publicado con Alodia Pérez en Madridiario el 27.01.2021

Cada 26 de enero se celebra el Día de la Educación Ambiental, uno de esos temas que todo el mundo considera “importante”. Sin embargo, si miramos los presupuestos que dedica la administración a la materia, parece que la importancia ya no es tanta. La educación ambiental lleva siendo décadas el Patito Feo de las políticas ambientales (que tampoco es que sean los cisnes más hermosos de las políticas públicas).

Y tampoco es que el concepto sea muy moderno. La primera vez que apareció la educación ambiental en un foro internacional fue en 1972, en la Conferencia de Estocolmo que dio lugar a la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente. Más tarde, en la “Carta de Belgrado” de 1975 se estableció la meta de la educación ambiental como “concienciación sobre el medio ambiente, el interés por él y sus problemas conexos y que cuente con los conocimientos, aptitudes, actitudes, motivación y deseo necesarios para trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de soluciones a los problemas actuales y para prevenir los que pudieran aparecen en lo sucesivo”.

Es indudable que esta misión es aún más necesaria en 2021, con una emergencia climática, de biodiversidad y de recursos naturales amenazando a las comunidades y los modos de vida actuales. La ecodependencia e interdependencia hacen que la educación deba facilitar una cultura que permita a las generaciones futuras convivir de manera sostenible en nuestro planeta. Esta situación se ha puesto aún más en evidencia con la pandemia global provocada por la Covid-19.

¿Pero hay alguna administración pública que se haya tomado la educación ambiental con la seriedad que requiere?

Desde luego, no es el caso de la Comunidad de Madrid. En la región existe una red de ocho centros ambientales, repartida por unos cuantos espacios naturales, escasa para atender a más de seis millones de habitantes y una cifra aún superior de turistas, y totalmente desconocida por muchas de las personas que habitan en la Comunidad. Pero lo peor son las lamentables condiciones laborales de sus empleados y empleadas, dependientes de contratas externalizadas sumamente precarias. Aun así, la vocación y profesionalidad de muchas de ellas consiguen sacar adelante un valioso conjunto de programas de trabajo, como las rutas interpretativas que realizan desde el Centro del Hayedo de Montejo, las actividades desarrolladas en los centros escolares de los municipios próximos llevados a cabo por el equipo del Campillo o los huertos de ocio localizados en el Caserío del Henares. Aún así, menos de un 10% de la población escolar de la región, accede a estas actividades.

Sin duda, esto no es suficiente, ni se puede descargar sobre la vocación del personal de estas subcontratas, con salarios precarios y sin recursos, la responsabilidad de la educación ambiental de la Comunidad de Madrid. El área de educación ambiental de la Consejería se ha ido adelgazando año tras año en recursos y personal, curiosamente en paralelo al incremento de la crisis ambiental. Mientras tanto el Partido Popular le dedica cada año más dinero a los toros y a la caza en las comunidades donde gobierna con Vox y Ciudadanos, como es nuestro caso. Tampoco existe ningún tipo de estrategia regional, más allá del mantenimiento a duras penas de los centros de educación ambiental, que tenga en cuenta la educación formal y no formal, que vaya más allá de niños y niñas, incluyendo a las personas adultas.

Esta estrategia no puede enmarcarse al margen de los tiempos que nos toca vivir. El coronavirus ha puesto sobre la mesa la necesidad de pasar más tiempo en la calle y los parques, y menos en sitios cerrados, y esta es una oportunidad que no se puede desaprovechar para usar las herramientas ya existentes de educación ambiental, para profundizar en la educación escolar en el conocimiento del entorno. La educación ambiental puede enseñar un uso del tiempo libre más saludable y sostenible al conjunto de la ciudadanía.

Actualmente, a nivel estatal, el Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad, está revisando los contenidos del Libro Blanco y los adaptará a la circunstancia de emergencia climática en la que nos encontramos. Este plan, estaba previsto para 2020, pero se ha retrasado y se está a la espera de su aprobación por parte del Gobierno de España.

Es imprescindible esta estrategia, pero más imprescindible aún es dotarla de presupuesto. No es sostenible que la comunidad más urbana y más rica de España, con unos problemas de sostenibilidad tan gigantescos en materia de cambio climático, contaminación del aire y del agua, gestión de residuos, consumo y derroche de energía y alimentos, conservación de la biodiversidad, etc., dedique menos de medio euro al año por persona a la educación ambiental.

Ahora que parece que unos nuevos presupuestos regionales van a llegar a la Asamblea, la Comunidad de Madrid tiene una gran oportunidad para replantear el desarrollo de la Educación Ambiental en la región, involucrando a todas las administraciones públicas, tercer sector, sector privado, medios de comunicación y profesionales de la Educación Ambiental. Desde Más Madrid-Verdes EQUO lucharemos por ello, pero mucho nos tememos que con el gobierno de Ayuso la educación ambiental no terminará de convertirse en cisne.

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