¿Necesita Madrid una política rural?

Una imagen de la Sierra de Guadarrama, con El Escorial y el Monte Abantos

Sin duda Madrid es una región eminentemente metropolitana, dominada por la conurbación de Madrid, más de 6 millones de habitantes alrededor de una de las mayores ciudades de Europa.

Pero incluso así, más de la mitad del territorio de la Comunidad de Madrid mantiene condiciones rurales de acuerdo con las muy estrictas condiciones impuestas por la UE para el Programa de Desarrollo Rural (PDR). Un centenar de municipios de Madrid tienen una población inferior a 5.000 habitantes, lo que supone que en el 53% del territorio vive solo el 3% de la población.

Esto comporta déficits importantes de servicios públicos, a pesar de la cercanía a la capital, tanto de educación, sanidad, servicios sociales, transporte, comunicaciones, etc. Y en especial un mayor porcentaje de desempleo, cuatro puntos por encima de la media regional, lo cual evidentemente se refleja en la renta.

Además todos los diagnósticos, incluidos los oficiales, lo confirman: cuando la economía crece, crece más en las zonas urbanas, y cuando hay crisis el impacto es mayor en las zonas rurales.

En consecuencia, en Madrid el mantenimiento de la poca agricultura y ganadería que nos queda tiene una importancia estratégica para el mantenimiento de la población sobre el territorio, pero que no se refleja para nada en las políticas del Partido Popular. Se les llena la boca en los discursos de la importancia del mundo rural y la de cosas que van a hacer para favorecer a los pequeños municipios, pero luego se ven relegados año tras año en lo que importa, en los presupuestos y en el personal de apoyo que se les dedica. Está claro que el número de votos que pueden comportar no les merece la pena el esfuerzo.

Como ejemplo significativo, el presupuesto de agricultura y desarrollo rural de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio que ahora dirige Carlos Izquierdo supone la «friolera» del 0,23% de la Comunidad de Madrid. Así pues no es extraño que todos los indicadores del mundo rural hayan venido cayendo sin parar con el PP. En 2002 el PIB agrario de la Comunidad de Madrid era del 0,15%. En 2009 del 0,09%, casi la mitad. En 2015 era ya solo del 0,025%. Se ha dividido por seis en doce años, casi por cuatro en cinco años. Y además desciende el número de explotaciones, la superficie cultivada, la población activa, aumenta el envejecimiento…

Todos los indicadores son catastróficos, pero no es solo la falta de presupuesto. Es que ni siquiera saben gestionar el que disponen. En el Programa de Desarrollo Rural 2007-2013 se quedó sin ejecutar el 25%. Se perdieron nada menos que 20 millones de euros. Y el nuevo PDR 2014-2020 (aprobado con dos años de retraso), va exactamente por el mismo camino. Madrid es la región con el peor índice de ejecución del PDR de toda España. EL PEOR. 1,6% frente a una media del 18%. Regiones igualmente uniprovinciales como La Rioja o Cantabria están por encima del 30%, y regiones igualmente industrializadas como Euskadi o Cataluña están muy por encima del 20%.

Europa ya les ha advertido porque se temen, como nosotros, que por este camino Madrid termine perdiendo fondos europeos.

Así pues, ¿qué credibilidad puede tener el anuncio de un «nuevo» plan para combatir el despoblamiento rural realizado este año por el Gobierno de Angel Garrido? Lo cierto es que, según reconocieron públicamente en unas jornadas organizadas por CCOO hace un mes, sus objetivos declarados para la incorporación de jóvenes agricultores no se cubren año tras año. Unos objetivos tan ridículos que dan vergüenza: 200 nuevos jóvenes agricultores proponen conseguir en siete años, y aún siendo tan pocos, año tras año gran parte de las ayudas quedan desiertas. Hay que recordar que en la Comunidad de Madrid hay del orden de 100.000 parados y paradas menores de 35 años.

Algo no funciona en la política rural del PP. Y es que básicamente no existe. Solamente se han dedicado a regar el medio rural con subvenciones a los alcaldes de su agrado para infraestructuras que muchas veces han caído en el desuso y el deterioro por falta de mantenimiento y de personal. Los servicios sociales, educativos, sanitarios y de transporte, que ya eran malos, decayeron en picado con la crisis y no se han recuperado. Siguen sin existir buenas comunicaciones por internet que permitan el teletrabajo, ni incentivos fiscales para la instalación de jóvenes, familias y negocios en el medio rural. No hay servicios de asesoramiento y capacitación para aquellas personas que quieran aproximarse desde las ciudades al cultivo de la tierra o el cuidado del ganado.

Mientras tanto se cierran explotaciones, se abandonan tierras de cultivo y se deterioran casas y propiedades que podrían ser el hogar de nuevas familias si se arbitrasen las ayudas y compensaciones adecuadas.

Si de verdad queremos un medio rural vivo tenemos que emplearnos a fondo y utilizar cada euro disponible de la manera más eficiente posible para mejorar la calidad de vida de los vecinos de las localidades rurales y facilitar la llegada de nuevos habitantes, que no necesariamente tienen que ser pastores o agricultores.

Basta de discursos y planes de papel cuché. Necesitamos actuaciones reales y decididas para cambiar el desastroso rumbo al que se encaminan nuestros pueblos. Hay que tener en cuenta que incluso las metrópolis necesitan un medio rural que las alimente, las permita respirar y beber agua. Aunque sólo sea por puro egoísmo la supervivencia del mundo rural también es responsabilidad de los que vivimos en las ciudades.

(Este artículo fue publicado en el blog Ecologismo de Emergencia de Público.es el 9 de agosto de 2018)

 

 

 

 

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